El futuro que seremos.
Por: Diego Alejandro Polo Salazar
A lo largo y ancho del continente de Asia, principalmente en el Tíbet y en Bután, se dice una frase milenaria que aun persiste con el paso de los años: “La reflexión es el camino hacia la inmortalidad; la falta de reflexión, el camino hacia la muerte”.
Situando eso con respecto al contexto o el marco del paro nacional en Colombia, se ha dejado entrever las diferentes posiciones ideológicas y la salud o estado en el que se encuentra la sociedad. Nuestro país, y una gran mayoría de los que vive en él, se hallan bajo el soslayo que han dejado más de 200 años de violencia y de una negativa ante la oposición o lo diferente.
La violencia que se ha gestado en Colombia no es de la sorpresa de nadie, pues, si algo ha identificado a una gran mayoría de colombianos es la poca reflexión y paciencia con la que viven día a día. La gesta de un pensamiento abrasivo y opresor se yuxtapone a las virtudes que alguien pueda tener, de ahí que desde nuestro nacimiento como país al día de hoy nunca se haya definido con certeza y fuerza un camino que nos haga detener como sociedad para pensar y dar un paso al costado de la violencia y el individualismo.
Basta con entender que la forma más usada para defender ciertos ideales sean las armas de fuego, los agravios y no la discusión y la escucha, armas que todo aquel inteligente o sabio entienden como base para desarmar a todo aquel oponente carente de buen razonamiento, así pues, que se sepa perdido el intento de una sociedad con bases para el crecimiento desde el amor, respeto y comprensión por el otro.
Haciendo un análisis profundo del estado en que nos hallamos como país, y sin ser pesimista o persona sin esperanza, soy realista y expreso abiertamente que nos hemos vuelto esclavos de lo material y de cosas que no nos construyen como seres humanos, pues, un alto porcentaje de habitantes del país le tienen admiración y respeto a aquel que posee la mejor casa, carro o finca, al que se da los mejores viajes o viste ropa costosa, pero no a aquel que ayuda y sufre con el otro, al que se entrega en vida y alma para mejorar la vida de los demás sin recibir nada a cambio y solo con la esperanza de saber que pudo cambiar la vida de uno o varios seres humanos.
Miguel de Cervantes Saavedra, en un apartado del Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha, dice: «Sábete Sancho… todas estas borrascas que nos suceden son señales de que presto ha de serenar el tiempo y han de sucedernos bien las cosas; porque no es posible que el mal ni el bien sean durables, y de aquí se sigue que, habiendo durado mucho el mal, el bien está ya cerca».
El bien ya está cerca, aprendamos de los demás, escuchemos y seamos abiertos al diálogo y a lo diferente, la riqueza más grande que podremos poseer como seres humanos es sabernos realizarnos como personas siguiendo el ejemplo del Hijo de Dios, sirviendo a los demás, ayudando a todo aquel que lo necesite y comprender a aquel que no piensa como yo, porque en la aceptación del diferente se encuentra la base para la construcción de una sociedad unida y en paz.