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San Francisco Fernández I Santo del día I Amén Comunicaciones

San Francisco Fernández de Capillas

Presbítero dominico, mártir

«Fiel al llamado de Jesús, hasta el martirio»

Nació el 15 de agosto de 1607, en Baquerín de Campos, España en el seno de una humilde familia.
Fue el menor de cinco hermanos, estudió en Palencia donde conoció a los dominicos y descubrió el primer origen de su vocación.

A los 17 años ingresó al convento de San Pablo de Valladolid donde hizo su profesión religiosa.
Siendo diácono se embarcó con otros jóvenes dominicos para México, pero su objetivo era llegar a Manila, capital de Filipinas, y así dar respuesta a la expansión misionera de su comunidad hacia el lejano oriente.

Estando en Manila, lo enviaron a China en 1642. La persecución declarada contra los cristianos, era el ambiente donde desarrolló su acción evangelizadora.
La integridad de su vida, la bondad de su corazón y la entrega a su vocación hizo que los cristianos hablaran de él como del “santo Capillas”.

Arrestado cuando regresaba a su refugio, luego de atender a los enfermos es condenado y juzgado por defender su fe y su amor a Jesucristo. Después de dos meses de tormentos en la cárcel fue degollado el 5 de enero de 1648.

Perfil espiritual

Firmeza de su fe como eje de toda su vida, manifestada en la entereza humana para afrontar las hostilidades y luchas.

Aceptación de la Voluntad de Dios que se descubre ante la adversidad, la persecución y la misma muerte, él afirmó “…es Dios nuestro Señor el que aquí me ha traído…” y piensa que Dios lo eligió para la extensión del reino.

Fortaleza inamovible que lo hizo ser misionero resuelto a todo, por el amor de Cristo.

Amor al prójimo es la otra cara del amor a Dios. Lo expresaba en el compartir con los más pobres y con los encarcelados.

Aprendizaje para la vida

Confianza y abandono en la providencia de Dios
San Francisco vivió situaciones muy difíciles, pero nunca perdió el ideal de su vida, se mantuvo fiel al llamado de Dios, espero con paciencia y en oración, y su confianza siempre se vio bien recompensada y en el tiempo oportuno se cumplieron sus peticiones. Hoy es necesario que confiemos a Dios todas nuestras dificultades, Él no se deja ganar en generosidad, para El no hay nada imposible.

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