Salmo 51
Oh Dios, ten compasión de mí
Por tu amor, oh Dios, ten compasión de mí;
por tu gran ternura, borra mis culpas.
¡Lávame de mi maldad!
¡Límpiame de mi pecado!
Reconozco que he sido rebelde;
mi pecado no se borra de mi mente.
Contra ti he pecado, y sólo contra ti,
haciendo lo malo, lo que tú condenas.
Por eso tu sentencia es justa;
irreprochable tu juicio.
En verdad, soy malo desde que nací;
soy pecador desde el seno de mi madre.
En verdad, tú amas al corazón sincero,
y en lo íntimo me has dado sabiduría.
Purifícame con hisopo, y quedaré limpio;
lávame, y quedaré más blanco que la nieve.
Lléname de gozo y alegría;
alégrame de nuevo, aunque me has quebrantado.
Aleja de tu vista mis pecados
y borra todas mis maldades.
Oh Dios, ¡pon en mí un corazón limpio!,
¡dame un espíritu nuevo y fiel!
No me apartes de tu presencia
ni me quites tu santo espíritu.
Hazme sentir de nuevo el gozo de tu salvación;
sosténme con tu espíritu generoso,
para que yo enseñe a los rebeldes tus caminos
y los pecadores se vuelvan a ti.
Líbrame de cometer homicidios,
oh Dios, Dios de mi salvación,
y anunciaré con cantos que tú eres justo.
Señor, abre mis labios,
y con mis labios te cantaré alabanzas.
Pues tú no quieres ofrendas ni holocaustos;
yo te los daría, pero no es lo que te agrada.
Las ofrendas a Dios son un espíritu dolido;
¡tú no desprecias, oh Dios, un corazón hecho pedazos!
Haz bien a Sión, por tu buena voluntad;
vuelve a levantar los muros de Jerusalén.
Entonces aceptarás los sacrificios requeridos,
las ofrendas y los holocaustos;
entonces se ofrecerán becerros sobre tu altar.