La fe es un regalo de Dios, es fuerza para levantarse, es valentía para enfrentar las adversidades y las pruebas de la vida, es gallardía para no permitir que las angustias dominen las situaciones y enfermen el espíritu. La fe mueve montañas y logra lo imposible. Pero, ¿por qué disminuye tanto la fe?
“El mundo en que vivimos parece con frecuencia muy lejos de lo que la fe nos asegura; las experiencias del mal y del sufrimiento, de las injusticias y de la muerte parecen contradecir la buena nueva, pueden estremecer la fe y llegar a ser para ella una tentación” (catecismo de la iglesia católica, n 164)
Las nuevas dinámicas del mundo, hacen que el ser humano pierda la fe con más facilidad, las situaciones difíciles parecen un laberinto sin salida, los problemas agobian y generan angustia y estrés. Las cargas laborales y emocionales que se enfrentan, hacen que el hombre piense que Dios no lo escucha. Pero, Dios siempre está presente y nunca abandona. Él nos regala este don para que lo cultivemos y alimentemos.
En el Evangelio de san Mateo 7, 7-8, Jesús nos dice: “Pidan y se les dará; busquen y encontrarán; toquen y se les abrirá. Porque todo el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que toca se le abre” así, Dios nos enseña a pedir con confianza, a creer que recibiremos lo que con fe le pedimos.
La fe es un regalo dado a cada hombre, por eso, corresponde a cada uno vivirla cada día. Pues la semilla que no se cultiva y cuida todos los días, tiende a secarse y morir; así es la fe, una semilla que todos los días debe nutrirse. Esto, nos hace preguntar, ¿cómo fortalecer la fe día a día?
A continuación, te mostramos como acrecentar la fe diariamente y no dejarla morir en nuestras vidas.
La Oración
Por medio de la oración nos comunicamos con Dios, y mediante ella podemos pedir con humildad y confianza que se nos aumente la fe, que nos haga más fuertes y llene de esperanza. La fe no solo se alimenta de la oración, también de la Palabra de Dios que todos los días llega por medio de una lectura asidua, como vitamina para orientarnos, darnos luz, consuelo y aliento.
La Eucaristía
En la eucaristía estamos en presencia del amigo que nunca falla, el que siempre acompaña. Estar con Jesús Eucaristía es abandonarse por completo en Él, entregarse a Él, conversar con Él y liberarse de las cargas que se tiene en el corazón.
Escuchar a Jesús a través de la Eucaristía es recibir la paz, el consejo, la sabiduría, fortaleza e iluminación que sólo Jesús quiere darle a nuestras vidas. Recibir a Cristo en la comunión eucarística alimenta nuestra fe y amor a Dios.
Vida en Comunidad
Aunque la fe es un acto individual, necesita de otros para alimentarse. En esta medida, recibimos testimonio de fe de otras personas, pero a su vez, debemos ser canal de bendición para los demás siendo testimonio para ellos.
“Nadie puede creer solo, como nadie puede vivir solo. Nadie se ha dado la fe a sí mismo, como nadie se ha dado la vida a sí mismo. El creyente ha recibido la fe de otro, debe transmitirla a otro. Nuestro amor a Jesús y a los hombres nos impulsa a hablar a otros de nuestra fe. Cada creyente es como un eslabón en la gran cadena de los creyentes. Yo no puedo creer sin ser sostenido por la fe de los otros, y por mi fe yo contribuyo a sostener la fe de los otros.” (Catecismo de la Iglesia Católica, artículo 2, N°166)
No basta con predicar la fe, hay que vivirla, por eso, es tan importante las comunidades cristianas y grupos católicos, porque en la comunidad nos hacemos más fuertes, nos apoyamos lo unos a los otros, y damos testimonio de las grandes obras que Dios hace en la vida de cada uno.
¿Cómo fortalecer la fe día a día?
En definitiva, ¿cómo fortalecer la fe día a día? Es tan sencillo, como sacar tiempo para hacer el Evangelio del Día, el Rosario del día, entrar en oración en la presencia del Señor, y entregarse con confianza a él. Dios siempre está actuando, no se cansa de amar, y está listo para escuchar nuestras oraciones. Sólo debemos abrir nuestro corazón y dejarnos formar por un Padre que solo quiere el bien para cada hijo.