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Beato Ildefonso Schuster I Santo del día I Amén Comunicaciones

Beato Ildefonso Schuster

Abad benedictino

«Hombre de oración e incansable apóstol»

La Liturgia hace memoria del Beato Alfredo Ildefonso Schuster, Abad Benedictino. Nació en Roma el 18 de enero de 1880, en el seno de una familia bávara; y bautizado dos días después, en el bautisterio de san Juan de Letrán. Su padre Juan, emigró a Roma como sastre del ejército papal, creado para la defensa de la ciudad. Se casó en segundas nupcias con Ana María Tuzner y, aunque tenían un pequeño negocio romano, vivían en extrema pobreza. Nació su hija Julia y a los pocos años el padre falleció. La madre buscó trabajo en casa del barón Pfiffer d’Altishofen, quien mostró interés por el niño huérfano y en 1891 le facilitó su ingreso como alumno en el monasterio benedictino de San Pablo Extramuros. No fue del todo feliz en la escuela porque por un defecto de pronunciación, era humillado.

A sus once años, Alfredo mostraba interés y dotes para la formación académica y la vida monástica, era muy aplicado en los estudios y le interesaba el arte antiguo de la ciudad. Los domingos, visitaba las catacumbas y recogía inscripciones y epitafios de estos antiguos cementerios cristianos. En la vida espiritual fue formado, por el beato Plácido Ricciardi y Bonifacio Oslander, que le iniciaron en la oración, la ascesis y la liturgia.

Hizo la primera profesión religiosa, el 13 de noviembre de 1898.  Inició el noviciado y recibió el nombre de Ildefonso. Estudió filosofía en el Colegio San Anselmo (Roma). Allí conoció a don Hildebrando de Hemptienne, abad alemán representante de los benedictinos del mundo y gran sabio en el ámbito de la liturgia y del arte sacro. Su aptitud para la Liturgia le permitió presenciar importantes acontecimientos eclesiales como la solemne apertura de la santa de San Pablo Extramuros en el jubileo del año 1900, donde fue ceremoniero.

En 1902 hizo su profesión monástica y un año más tarde, el 28 de mayo de 1903 terminó su tesis doctoral en filosofía; y al año siguiente se ordenó Sacerdote. Luego pasó unos años en el monasterio de Montecasino donde completó sus estudios literarios. A los 28 años lo nombraron, profesor de historia, maestro de novicios y luego procurador general de la Congregación benedictina de Montecasino. Por su excelente formación académica, fue profesor e investigador en la Pontificia Escuela de Música Sacra; en el Pontificio Instituto Oriental, y en el Pontificio Colegio san Anselmo, realizó estudios de investigación en historia eclesiástica, arqueología cristiana y liturgia.

En Italia contribuyó a difundir el amor por la piedad litúrgica de la Iglesia, e impulsó el renacimiento litúrgico. En abril de 1918, fue elegido abad de San Pablo Extramuros, restauró, reformó la abadía de Farfa y la convirtió en un centro de oración y estudio. Ocupó varios cargos en la Orden Benedictina, como miembro del consejo del Primado y ante la Curia Romana, Procurador.
El papa Benedicto XV lo nombró Consultor de las sagradas Congregaciones de Ritos y Causas
de los Santos.

Pío XI le incorporó a la Sagrada Congregación de Estudios y Universidades y lo unió al grupo de cinco personas que, con él hicieron el nuevo rito para la misa y el oficio de la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús. Finalmente el Papa lo nombró Cardenal y Arzobispo de Milán en 1929. Rigió esta diócesis, durante 25 años, y se inmoló por ella. Comía muy poco.

Demostró gran celo apostólico. Durante la segunda guerra mundial ocupada la ciudad por tropas alemanas, permaneció allí, para evitar que fuera destruida y socorrer el dolor, sufrimiento y la miseria provocada por el conflicto.

Por encargo de Pío XI, reestructuró los diversos seminarios milaneses. Construyó el Seminario de Venegono, inaugurado en 1935; que se convirtió en un centro de renovación teológica y espiritual para los seminaristas y sacerdotes, especialmente del clero joven. Fomentó también la formación cristiana de todo el pueblo a través de la prensa católica y centros culturales como el Instituto dedicado al estudio de San Ambrosio, y el instituto de música sagrada.

Pero el Beato Schuster destacó, sobre todo como liturgista; por su modo de vivir y presidir las celebraciones litúrgicas. Las respaldaba una honda espiritualidad y dignidad que invitaba a todos a la alabanza divina. Es la espiritualidad del monje llamado a ser pastor; del austero hombre de oración convertido en incansable apóstol; del obispo que comprende su ministerio episcopal como un ministerio de santificación.

A los 74 años, lo obligan los médicos a tener unos días de reposo y descanso veraniego para fortalecer su debilidad física. Se retiró a su querido seminario de Venegono, y allí murió, el 30 de agosto de 1954. Fue enterrado en la catedral de Milán. La homilía fúnebre la predicó el Cardenal Roncalli, el futuro Juan XXIII. En Milán le sucedió el cardenal Montini, (futuro Pablo VI) quien inició el proceso de Beatificación. Fue Beatificado por San Juan Pablo II, el 12 de mayo de 1996.

Enseñanza para la vida:

La Liturgia es parte esencial de las celebraciones y del culto. Debe estar respaldada por una vida y espiritualidad auténticas. Busquemos apropiarnos del sentido de los cantos y las actitudes que acompañan la alabanza a Dios, y la celebración Eucarística.

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