Beata Teresa de San Agustín y compañeras
Vírgenes mártires
«Si se ama todo se puede»
Las Hermanas Carmelitas de Compiegne, durante la revolución francesa fueron fieles a sus compromisos y en el patíbulo, renovaron las promesas bautismales y los votos religiosos. El convento de Compiegne se distinguió por la estricta observancia de la regla monástica.
Al estallar la Revolución Francesa en 1789, las monjas rehusaron despojarse de su hábito. Aumentaron los disturbios y ellas asumieron la inspiración de la priora Teresa de San Agustín. Se ofrecieron al Señor en holocausto para que la paz traída al mundo por Jesús fuera devuelta a la Iglesia y al Estado. La consagración, fue un ofrecimiento diario hasta el día del martirio.
Al inicio, las comunidades religiosas fueron suprimidas, menos las dedicadas a enseñar o cuidar enfermos. La Asamblea Nacional publicó un decreto que exigía a los religiosos ser considerados funcionarios del Estado y sus bienes serían confiscados. Las religiosas no obedecieron el decreto. Miembros del directorio del distrito de Compiegne, fueron al Convento de las carmelitas a hacer inventario de las posesiones de la comunidad.
Confiscaron los bienes y las religiosas vestidas de civiles, salieron expulsadas. Se dividieron en cuatro grupos, cada uno se hospedó en una casa diferente, cerca de la iglesia de San Antonio. Aun siendo atentas y precavidas, en junio de 1794 las autoridades inspeccionaron las cuatro casas y detuvieron a todas las Monjas, porque a pesar de la prohibición, seguían viviendo en comunidad y mantenían correspondencia criminal con fanáticos de París. Encontraron cartas de sacerdotes (de dirección espiritual) Hallaron un retrato de Luis XVI e imágenes del Sagrado Corazón. Eran pruebas de su culpabilidad. La autoridad, ordenó detenerlas y encerrarlas en prisión. El 22 de junio de 1794 fueron recluidas en el Monasterio de la Visitación, convertido en cárcel.
Las religiosas, habían Prestado juramento (defender la constitución, la igualdad y libertad), pero en la prisión. acordaron retractarse de él: “Prefiriendo mil veces la muerte, antes que ser culpables de un juramento así”. Esta resolución las llenó de serenidad y a pesar del peligro, se sentían más fuertes, dedicadas a orar. Luego fueron trasladadas entre insultos y malos tratos, a la Conciergerie de París. Iban con el Hábito religioso. Durante la prisión en la Conciergerie, recitaban el oficio divino a las horas prescritas y su conducta era fortaleza para los otros prisioneros.
Tres jueces se encargaron de juzgarlas. Los cargos y pruebas aducidos eran triviales e infundados, pero se insistió sobre todo en el fanatismo de las Religiosas. Una de las monjas, dijo a las demás “Como veis, nos condenan por nuestra Religión, tendremos la felicidad de morir por Dios”. Todas fueron condenadas a muerte y trasportadas en carretas a la “Plaza del Trono Derribado”, hoy Plaza de la Nación. Ellas cantaron el «Miserere», la «Salve» y el «Te Deum», en acción de Gracias. Cada una al subir al cadalso, repetía: “Alaben al Señor todas las naciones”. De las 16 monjas ejecutadas 10 eran profesas de coro, 1 novicia, 3 hermanas legas y 2 torneras. Sor Constanza, la novicia se arrodilló ante la priora, le pidió su bendición y que le concediera el
permiso para morir. Subió decidida los escalones de la Guillotina. Una tras otra, las Carmelitas, hicieron lo mismo. Todas recibieron la bendición de la madre Teresa de san Agustín antes de ser guillotinadas. Al final, entregó, su vida al Señor, poniendo su cabeza en las manos del verdugo. Se cumplió lo que ella solía decir: “El amor saldrá siempre victorioso, si se Ama, todo se puede”.
Las cabezas y los cuerpos de las mártires fueron enterrados en un pozo de arena profundo. Allí yacían los cadáveres de otras 1282 víctimas del Terror. El martirio fue el 17 de julio de 1794. El día 16, celebraron la última Fiesta de la Virgen del Carmen con mucha alegría y Amor. Una placa de mármol con el nombre de las mártires y la fecha de su muerte figura sobre la fosa con la frase “Felices los que mueren en el Señor.”
La Beata Teresa (Magdalena Ledoine) tenía 42 años. Era una mujer vivaz, encantadora, bien educada. Ella y sus compañeras mártires fueron las primeras víctimas de la revolución que alcanzaron el honor de los altares. Beatificadas por el papa Pío X, el 27 de mayo de 1905.
Enseñanza para la vida:
En repetidas ocasiones se nos presentan dificultades y problemas, para ser fieles a la fe, al compromiso cristiano, y vivir las enseñanzas del Evangelio. Es la hora de tener valentía y fortaleza para no desfallecer y responder a cuanto nos pide el Señor.
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