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Testimonio de encuentro con el Señor

¡Mi encuentro cara a cara con el Buen Dios!

Por: María Teresa Múnera Torres, Laica Carmelita

Desde pequeña siempre estuve acompañada de las bendiciones del Creador, solo que no tenía la conciencia de su presencia permanente en mi existir. Siento que está presente en todos los acontecimientos que ocurren en mi vida. Recuerdo que, en un fin de año, estuve de vacaciones en una finca de recreo, en el Eje Cafetero de Colombia. En la noche del 31 de diciembre, luego de la celebración del fin de año, me separé de quienes me acompañaban y me fui a un lugar solitario para entregarle a Dios, el nuevo año que iniciaba. Estuve meditando y dialogando un buen rato con tan maravillosa compañía. Confieso que lloré mucho, e incluso, creo que hice catarsis con Él.

Luego, al día siguiente de nuestro regreso de las vacaciones, fui como de costumbre con mi madre a la eucaristía a un centro comercial de Medellín. En dicha celebración, sentí que el Buen Dios seguía dialogando conmigo frente a las situaciones que le había planteado en la noche de año nuevo, y justo me interpelaba a través del sacerdote que predicaba la homilía, ya que hacía una serie de reflexiones que hicieron que las lágrimas brotaran de mi ser de manera permanente. Sentí que me estaba revolcando el corazón. Al final de la eucaristía, y como eran los primeros días del año, sentí un deseo muy grande de acercarme junto con mamá, al sacerdote que había celebrado la misa, con el propósito de brindarle un saludo de año nuevo. Cuando llegamos cerca de él, me impactó enormemente que el sacerdote empezara a tener manifestaciones de cariño con mamá, y justo cuando me miró, vi en su rostro, la mirada maravillosa del Señor.

Fue una sensación muy extraña que me conmovió poderosamente y pude darme cuenta de que era el Dios mismo, quien me miraba y brindada su inmenso cariño a través de la mirada de aquel pastor de almas. Le expresé mi saludo de año nuevo e inmediatamente me brindó el feliz año con un abrazo muy especial. Aquel día lloré de la emoción, de saber que el Padre Bueno se me había manifestado en la persona de tan maravilloso sacerdote.

 padre carlos yepes

Siempre iba a la eucaristía dominical a lugares diferentes, por tanto, no volví al lugar donde viví la experiencia del encuentro personal con el Señor, hasta pasado un mes. En esta oportunidad disfruté de la celebración desde el momento en que inició, ya que el sacerdote es muy ameno y gracioso y en contraste con la homilía en la que había llorado todo el tiempo, esta vez me reí y disfruté mucho de la reflexión del evangelio. Cuando se llegó el momento de la comunión, me acerqué a recibir el Cuerpo de Cristo y fue muy grato para mí recibir además de la eucaristía, el saludo cálido del sacerdote, quien parece que me recordó. Por tanto, luego de la misa, fui a expresarle un saludo y a dialogar con él. Desde aquel domingo, empecé a frecuentar la eucaristía de manera consciente gracias a las enseñanzas de tan especial reverendo, y a convertirme en una amiga cercana y fiel para él.

Pienso que este pastor de almas se convirtió en instrumento del Padre Celestial, para que yo iniciara un seguimiento muy fuerte y decidido de Jesús. Gracias a este especial ministro de la iglesia, aprendí a acercarme cada vez más a la misericordia inmensa del Nazareno y a desear estar en pro de la evangelización. Así estuve por mucho tiempo y luego, con el pasar de los años tuve la oportunidad de empezar a beber del carisma del Carmelo Descalzo.

Para mí fue maravilloso, aprender a tener la consciencia de que el Autor de la vida, no está en el exterior de mí, sino al contrario, habita en lo más profundo de mi ser. El saber que Dios todo poderoso, acontece permanentemente en mí y que puedo establecer una relación de amor con el altísimo desde lo más profundo de mi corazón, ha sido el descubrimiento más importante que he podido tener en toda mi vida. A partir de esta realidad, mi vida empezó a cambiar de manera radical, ya que el tener la consciencia de que el Buen Dios me habita y soy la casita donde Él se aloja, se ha constituido para mí en un acontecimiento que ha hecho que viva y aprecie la vida de manera muy diferente a como la concebía antes de conocer sobre tan grandioso regalo.

El tener la conciencia del acontecer del Creador en mi existir, ha hecho que muchas de las actitudes de inmadurez que manifestaba anteriormente, desaparecieran de mi forma de proceder. El contar con la presencia permanente del Rey de la Vida en mí, hace que disfrute de manera consciente del don de la existencia y le encuentre sentido a mi diario vivir. Ha hecho que mi felicidad no dependa de otras personas o de determinadas circunstancias, sino que dependa única y exclusivamente del accionar del Padre Bueno en mí y de su acontecer permanente en todas las actividades de mi vida. Ha hecho que viva de manera feliz y aun cuando pase por momentos difíciles y por situaciones poco gratas, el mismo Dios, me dota de inmensa fortaleza para afrontar todas las circunstancias desagradables por las que pueda pasar. Las enseñanzas del carisma de la Santa Madre Teresa de Ávila, fundadora del Carmelo Descalzo, me han aportado inmensa sabiduría para vivir plena y conscientemente en armonía con la esencia inmensa que le da sentido al existir y dicha esencia es justamente, el vivir en Dios, con Dios y para Dios.

Aparécese el Señor en el centro del alma […] como se apareció a los apóstoles sin entrar por la puerta, cuando les dijo: Pax vobis. Es un secreto tan grande y una merced tan subida lo que comunica Dios allí al alma en un instante y el grandísimo deleite que siente el alma que no sé a qué lo comparar sino a que quiere el Señor manifestarle por aquel momento la gloria que hay en el cielo, por más subida manera que por ninguna visión ni gusto espiritual […] queda el espíritu de esta alma hecho una cosa con DiosTeresa de Ávila (Moradas 7, 2,3).